Fuimos invitados al mundo de Sofía. Y allí la vimos, como niña con juguete nuevo, abriendo su horno recién estrenado. "Siento la misma emoción que sienten los niños cuando abren los regalos de cumpleaños. Es ansiedad, emoción, diversión, expectación…” cuenta la artista argentina, mientras saca sus piezas de cerámica una por una y las ubica sobre la mesa. Sí hay algo que le gusta es conversar. Como a nosotros. Ya somos parte de su universo y nos quedamos a jugar. Tomamos té verde entre esculturas inquietantes. Estos seres descansan en las sillas que ella fue encontrando en las calles del barrio Bellavista, donde se encuntra su taller. Nos percatamos que, todo el sistema nervioso que se encarga de la actividad intelectual del ser humano formado por órganos y arterias los había puesto en los platos y otras esculturas. De las teteras y tazas inglesas de porcelana entran y salen formas vegetales o líquidos, ningún objeto esta vacío, siempre lleno. En este paisaje 3D se respira arte contemporáneo, el arte de Sofía Donovan, que tiene un toque de femineidad y está siempre lleno de color.
Cuando era pequeña hacía cerámica con mi abuela, en un taller que tenía en el campo. Luego, por muchos años dejé el volumen, sintiendo que no podía expresarme en tres dimensiones. Cuando me mudé a Chile pintaba con esmalte sintético, cosa que tuve que dejar por el embarazo de mi primer hijo. Con tanto cambio estaba abrumada, cambio de casa, de país, de rol de mujer a madre… En fin. Entonces me anoté en el curso de color que da Vilches en la PUC y así me pasé cuatro meses recortando papelitos de colores… Fascinada. Justo en esa época yo tenía mi taller arriba de un depósito de muebles viejos, y ahí surgió la idea de recortar maderas. Una cosa fue llevando a la otra… La madera me empezó a resultar limitada y dura, entonces probé con resina, luego la resina me cansó por su olor… Y así, sin quererlo, volví a hacer cerámica. La cerámica me permitió conjugar el color con la plasticidad y además es un material tan noble. Por otra parte el paisaje influyó muchísimo. No es la misma relación espacial el ver el paisaje abierto Rioplatense donde uno ve un horizonte recto e infinito a verse envuelto en unas grandes y pesadas masas de roca. Al principio me sentía encerrada por estas montañas gigantescas. Creo que llegó un momento que el paisaje se adentró en mí y ya no podía seguir hablando de mi realidad con el mismo lenguaje que antes.
Estuve muy poco con Lise Moller, solo unos meses, así que no creo que haya habido influencia. En lo de Ruth estuve tres años y es allí donde verdaderamente descubrí el material y los esmaltes. Ruth me transmitió su pasión absoluta por la disciplina, su entusiasmo y su rigor. Me sentí muy apoyada y motivada en su taller. Ella te muestra posibilidades, no direccionadamente, sino de una forma que no interfiere con tus intereses. Casi como en un gesto que uno tiene que descubrir.
Mi taller se fue armando bien despacio según el uso que le fui dando. Nunca pude contar con un presupuesto holgado para montarlo con "todos los chiches" (como se dice en Argentina), así que fui recurriendo al ingenio para hacerme los muebles y todas las mejoras. En la Casa del Ceramista me regalaron algunos pallets de madera que usé para hacer las mesas y los bancos, y otras cosas, como la estantería y otros asientos los fui haciendo con maderas encontradas en el
barrio (Bellavista), o que me regalan los marqueros de sus restos. Y así con las piletas, las tinetas, etc. Todo es reciclado. Por otra parte, me gusta esta idea del reciclaje. Además de parecerme ecológico, me gusta la idea de re-significar cosas que están en desuso. Tienen como vida propia, como un alma que está ahí latente para que la descubramos, una belleza de lo feo, lo olvidado, que es súper poética. Volverles a dar vida en otro contexto me parece apasionante y además contribuye a parar un poco el desgaste que vive nuestro planeta por tanto materialismo. Lo que más amo de mi taller es que lo hice con amor, mucha dedicación y esfuerzo.
¡La etapa de disfrutar de tener mi propio horno! Siempre me han gustado los esmaltes brillantes, quizá por su parecido a la pintura, o porque contrastan quizá con las formas con que trabajo. Dan un aspecto de delicadeza a algo que no lo es. No me interesa que el trabajo se asemeje al lenguaje telúrico así que en general las terminaciones que dan un aspecto de ello no van con mi trabajo. La cerámica es sólo el medio, no un fin. Mi objetivo no es adentrarme en el lenguaje de la tierra sino que usar y abusar de sus propiedades para poder expresar lo que quiero. Y mis inquietudes están más relacionadas con el arte contemporáneo -porque de allí vengo- que con el del ceramista “ profesional”. Me considero un poco una usurpadora, una guerrillera del medio.
La obra es indisoluble de su materialidad, ésta es parte fundamental de su contenido. Es la eterna pregunta filosófica de la forma y el contenido, que viene antes y cuál es más importante. En el caso de mi obra están estrechamente entrelazadas. La elocuencia del tema depende de su despliegue material. Creo que vería una obra extremadamente emocional, orgánica, contundente, expresiva, juguetona y ambigua. En general lo que yo propongo no siempre es lo que capta el espectador, lo que sí me doy cuenta es que genera reacciones emotivas, de adhesión o de rechazo, pero nunca es indiferente. Algunos de los temas como la fragilidad, el erotismo, la decadencia, la feminidad, la masculinidad, lo irracional, generan resonancias en el espectador así que creo que la materialidad de la forma en que la uso expresa bastante bien su contenido.
Comunican en ambas formas. En conjunto porque se potencia el significado total de una muestra y una obra hacer referencia a la otra, y en solitario creo que también cada obra posee una fuerza expresiva bastante elocuente. Quizá para el espectador que no conoce mi obra es más fácil entrar en mi mundo a través de un conjunto de obras que de a una, ya que le permite contar con más información para comprender mi estética.
Decididamente corazón, ni una duda. Igual creo que ambas cosas están relacionadas: cerebro y corazón están indisolublemente juntas. Lo que te dicta un pensamiento se puede convertir en una emoción muy fuerte y viceversa.
¡Claro! Experimentar con mis esmaltes me permite tener más control y descontrol sobre mi trabajo.
Los esmaltes que uno compra en general están formulados para que funcionen "bien" dentro de un estándar. Lo que yo busco está fuera de ese " estándar", por lo tanto hay resultados que tengo que buscarlos sola. Lo que me interesa no es que el esmalte contribuya a la elocuencia de la obra, que ayude a hablar a la superficie. Ojalá tuviera un amigo químico asesorándome, me allanaría mucho el camino. ¡Yo que siempre odié química y matemática en el colegio! Acá me encuentro calculando porcentajes, tratando de entender cómo funcionan químicamente los elementos...
No se trata de satisfacción el motivo por el cual rompo objetos. Simplemente me interesa desde siempre el hecho de descontextualizar una forma para convertirla en otra. Encontrar nuevos significados para esos pedazos. Más que romper lo que me apasiona es "alargarle la vida" o "hacerle una cirugía conceptual" a ese objeto en desuso. Muchas veces los uso como están pero otras los tengo que romper para darles nueva vida. Me gusta la extrañeza que produce en el espectador ver algo conocido en circunstancias diferentes, en otras sintaxis. Por un lado fija la atención, la llama, y por otro la confunde. Es la ambigüedad de las formas lo que me interesa. El uso de los objetos con una forma predeterminada por la cultura, como por ejemplo una taza, contrapuesto a una forma orgánica caprichosa me parece que hace un buen contrapunto y que expresa la realidad caótica y acelerada en la que vivimos: el mundo racional tecnológico versus el mundo emocional natural. En el punto ese en que se unen, hay violencia e inmediatez, y es allí donde me interesa llevar la cuestión. El filósofo coreano Byun-Chul Han habla del exceso de estímulos e inmediatez del mundo actual en su libro “ La Sociedad del Cansancio” y habla de cómo esto lleva a una percepción fragmentada y dispersa y la llama multitasking. Iguala este tipo de atención con la que tienen los animales salvajes. Dice que estamos cada vez más parecidos a los salvajes… Mi proceso de romper y de construir quizá sea una forma de sumergirme en la realidad fragmentada de las cosas para tratar de entenderlas.
No me identifico en particular con ninguna obra. Soy bien de momentos y de series. En general me identifico con lo que estoy trabajando en ese momento. Una vez terminadas las obras soy completamente desapegada. ¡Una mala madre!
Siempre está el erotismo en mis obras. A veces aparece como un elemento intencional, otras no. La explicación podría ser que en general me interesa suscitar emociones con mis obras, y el erotismo es una fuerza importantísima de vida, es lo opuesto a la muerte. El erotismo es un soplo de vida contra la destrucción, en medio del caos surge la vida. Es por eso que allí está, siempre luchando por la vida.
¡Es bastante más convencional del que quisiera! Ser madre me obliga a mantener ciertas rutinas y horarios que de otra forma seguro no tendría. Por ejemplo, detesto madrugar y me fascina trasnochar, cosa que no puedo hacer. Si no fuera madre haría una vida mucho más bohemia. A veces me siento como una "impostora" ya que tengo que jugar al rol de mamá responsable! Aunque tampoco lo soy tanto...trato de darles una visión más amplia de las cosas del mundo a mis hijos y dejarlos juzgar por si mismos.
¡No lo logro! Hago lo que puedo, como todo el mundo. Corro, me estreso, me siento dividida entre todos los roles. Soy una mujer Almodóvar.
Eso no lo sé ni yo, por eso hago arte. Miren las obras y ahí me verán en todas mis versiones.
Es la Sofía que tiene humor negro y un poco de actitud feminista.
Creo que prefería jugar sola. Me gustaba muchísimo hacer representaciones de teatros de títeres. Armar mis propios muñecos, el escenario y luego la obra. También armar casitas, todo lo que implicaba el diseño, pero una vez terminado esto no me divertía jugar a la mamá. Recuerdo mis diarios, llenos de colores, dibujos y recortes. Hoy mi juego es el taller.
Es un recurso estético, una metáfora que uso y me interesa mucho como por su vínculo con lo doméstico y todo lo relacionado con lo femenino y con lo infantil. En la mesa del té, o de la comida se dan muchas situaciones prototipicas domésticas y emocionales de las personas. Es una metáfora cargada de significaciones simbólicas e históricas. En mi caso me recuerdan a la canción de Maria Elena Walsh (cantautora infantil argentina) con su té fantástico y loco, y a la ceremonia japonesa del té. En casa de mis padres y mis abuelos siempre hubieron muchos objetos japoneses, desde cerámicas hasta estampas ya que uno de mis antepasados fue héroe en la guerra ruso-japonesa de 1905. Por lo tanto el tema del té, las cerámicas, lo japonés, siempre me estuvo acompañando desde la infancia.
No sé si hablaría de glamour. Ya hace tanto que no vivo en Bs As que creo que mis recuerdos están distorsionados por el tiempo y el afecto. En mi memoria, Bs As es una ciudad más desordenada, con más expresividad y más vida.
Hacer arte es gratificante principalmente cuando encuentro una idea interesante que me apasiona. A partir de allí, ir al taller y tratar de plasmar eso es súper gratificante, independientemente de las dificultades para resolver la obra. La emoción suple el esfuerzo. Lo que es muy desmotivante son los contratiempos relacionados con la gestión de la obra, a veces puede ser muy decepcionante. Me gusta más la preparación de una muestra que la inauguración y la muestra en sí. Igual es importante mostrar lo que uno hace porque en el fondo, a pesar de que uno trabaja solo cuando está en el taller, en su mente siempre imagina un interlocutor para esa idea que está tratando de expresar.
Me afectan según el estado anímico en que me encuentre, de la persona que las formule y de cuán elaborada y justificada sea la crítica. Ni me resbalan ni me importan tanto tanto. Con el tiempo uno va aprendiendo a darle relativa importancia a la opinión externa. Al final uno se da cuenta que esto es un juego, la vida es un juego. Hay que jugarlo y tiene sus reglas pero también hay que saber detenerse y salir, mirar desde afuera, porque muchas veces las opiniones están sesgadas por prejuicios o gustos propios. Por eso escucho las críticas de las personas que creo que están calificadas y tienen buenos argumentos. Las demás las dejo pasar. Al final, ser artista es confiar en tu visión interna y no apartarte de esa esencia. El arte es la realidad vista desde un temperamento, y el mío lógicamente no va a ser igual al de quien está leyendo.
Disfruto mucho al hacerlas y luego cuando las veo bien montadas en una exposición. Una vez que se termina el hechizo vuelven a ser Cenicientas. ¡Ojalá se fueran todas con sus príncipes azules, ya que para mí pierden su magia cuando vuelven al taller! Son como las etapas de la vida, una vez que pasan, fueron. No me interesa retenerlas, al revés, me gusta dejarlas ir, siento como una liberación de energía, como paso cumplido. Tampoco me gusta vivir rodeada de mis obras. Tener alguna si, pero no llenarme, sería demasiado de Sofía para convivir. Suficiente conmigo misma.
Texto y fotos: Lila Vera
http://sofiadonovan.blogspot.cl
Foto abajo: La artista visual junto a su esposo Daniel Malaiu y el diseñador de moda Mariano Toledo.