Lilioska Yankovic se dedica a la cerámica gres hace veinte años y hace ocho que es la mano derecha de Ruth Krauskopf en la enseñanza y apoyo de los artistas que asisten al taller HuaraHuara. “Allí disfruto de la compañía de mi gente querida”., expresa. Antes de titularse como periodista, montó su primer taller de cerámica en el barrio Italia en el año 1995 y recuerda: “Nos hicieron un artículo en la revista Vivienda y Decoración y teníamos muchos alumnos. Fue una buena época. Con mi socia, Katja Berger, hacíamos buen equipo. Fue la primera vez que hice clases y me gustó”. Ella es una de torneras chilenas más destacadas y hoy la tenemos en Qemántica para conocer su historia y la de sus vajillas en gres y porcelana.
Cuando vino Warren MacKenzie a Chile tuve el privilegio de poder asistir a su seminario. Fue un esfuerzo económico importante para una universitaria que pagaba sus cuentas trabajando en la barra de un restorán. Pero fue una gran inversión, no sólo porque él es un gran ceramista, es también una gran persona. Me impresionó su humildad y la manera sencilla con que se acercaba a las cosas. Arte o artesanía, no tenía ni la más mínima importancia, lo relevante era la pasión con que enfrentaba el trabajo cerámico en cada una de sus etapas y trabajar sin pretensión. Creo que el mejor consejo fue no tratar de hacer una buena obra. Hacer. Hacer. Hacer. Y ya me daría cuenta cuál era la buena obra. Tenía razón.
Me encanta el torno. Es una herramienta maravillosa. Tiene una dificultad técnica inicial, pero cualquiera puede aprender. Dominar la técnica requiere tiempo, constancia y sobretodo tolerancia a la frustración. Hay varios factores físicos que ayudan, pero no condicionan, como el tamaño de las manos, la fuerza, tener un cuerpo sin lesiones y otros mentales como la sensibilidad, la paciencia, la calma. Hay que perder el miedo, no sólo al torno sino a hacerlo mal, al ridículo. Creo que después de años de práctica se puede decir que hay un dominio técnico, y eso en realidad no es nada. Hay que ver qué hacer con eso. Como todas las herramientas los resultados van a depender de cómo se use. El centrado es la parte técnica más difícil y la más “fome” (aburrido). Son los cimientos. Todo el equilibrio de la pieza está ahí. Cómo saber si está centrado…? Las manos son los ojos
Casi todo mi trabajo está hecho en torno a pedal (similar al de patada). Me gusta su lenta cadencia, el mío tiene además un vaivén que le da ritmo al trabajo. Uso torno eléctrico para hacer piezas de más de 5 kilos. O para hacer producciones grandes de platos. Me exige menos físicamente. Para mí el torno es como una meditación, es una parte del proceso. Una que disfruto mucho. Y luego viene todo lo demás.
Estoy trabajando con porcelana haciendo diferentes piezas, aceiteros, tazas, boles… y decorando con pigmentos y engobes en técnicas de transferencia.
Mi trabajo con porcelana es más minucioso, es un material más delicado y que evidencia mucho la mano. Me gusta que esté bien hecho, bien terminado, pongo atención a los detalles, pero soy cero fanática, no me estreso si algo no sale como lo planeé. En realidad no planeo mucho… me gusta trabajar con libertad. Mis expectativas son flexibles, sin embargo con frecuencia salen cosas horribles del horno. No me generan ni la más mínima preocupación. En general las dejo por un tiempo a ver si me hablan, sino las elimino.
Me gusta que mi trabajo sea súper funcional y quiero que sea bello. Y claro que es un reto. Un asa funcional para mi puede no serlo para ti. Nuestras manos son diferentes y tomaremos la misma taza de manera muy distinta. Pero eso tiene una enorme gracia y es que tú puedes elegir. No tengo idea si existe un equilibrio ideal, no me gusta el equilibrio, te deja inmóvil, me gusta el cambio, no le tengo miedo. El cambio genera nuevas obras, nuevas maneras de decorar, de pegar un asa, de hacer un borde. Me gusta jugar y a veces dejo que prime el diseño a la funcionalidad, como en una pieza de base pequeña y equilibrio precario.
A mí me gusta lo utilitario. La mayor parte de mi trabajo lo es. Dentro de las piezas utilitarias creo que la taza es especial. Me encanta. Tengo muchas, de distintos ceramistas, de diversos estilos, tipos de quema, temperatura, tamaños. Obvio que cada una tiene una historia. Pero no sólo las tazas. Y entonces dependiendo de la ocasión elijo, me encanta elegir.
A media mañana, con tiempo. Siempre cambia la forma de sujetarlas y eso va a depender de la taza que elija y de la temperatura de mis manos.
Me encanta el café de grano con un toque de cardamomo. Me gusta cualquier té de buena calidad. Ambos sin azúcar ni endulzante.
Creo que hay mil formas, pero resumiendo su intención yo veo formas que contienen y formas que ofrecen. Llevado a los líquidos calientes una forma más cerrada va a mantener mejor el calor que una más abierta. No sólo en el objeto taza. Pero si nos concentramos en ella, en un día frío quiero tomar té en una taza de abertura pequeña y que mantenga mis manos tibias. Para mí la elección de un objeto va más allá de su funcionalidad. Si hoy tengo tiempo tomaré café relajadamente en una taza bella de porcelana, delicada, fina, por cierto no muy cómoda, lo que me hace poner atención a lo que estoy haciendo. Si quiero andar con la taza de un lado a otro en mi casa o taller entonces elegiré una de base estable, con un asa cómoda y que me permita tener control anti derrame. Como vez la elección de un objeto tan simple y cotidiano como la taza de tu desayuno puede ser una verdadera aventura, dependiendo del clima, el destino y hasta el ánimo.
La cerámica hecha a mano tiene huellas del autor. No importa si es gres, baja, porcelana, arcilla roja, quinchamalí… hay una persona que puso parte de sí misma en ese objeto. Creo que se nota cuando las cosas están hechas con pasión. Una máquina puede hacer las cosas perfectas, pero no tiene corazón. Cuando miro mis obras me veo.
Hay arcillas de baja temperatura y de alta (gres). En el torno se puede ocupar ambas. Lo único realmente importante es que esté correctamente amasada, es decir, homogénea en su consistencia y humedad y sin aire. Es preferible una que no tenga textura muy marcada para no exfoliar las manos, pero las pastas de escultura también pueden tornearse. La elección de la arcilla es un tema bien personal y va a depender de lo que queremos hacer.
Es la presión del éxito. Hay que liberarse y sobretodo respirar. Me impresiona cuantos alumnos dejan de respirar cuando aprenden a tornear. Están tensos, mal concentrados. Pero creo que la mayoría se relaja y va viendo los intentos frustrados como peldaños y no como fracaso. Es una lección de vida también. Se busca lo rápido, lo instantáneo, como si fuera posible instalarse el chip del torno y ya. El tiempo es fundamental en el proceso de madurez del aprendizaje, hace que cuajen los conocimientos. El tiempo es un bien escaso.
Claro. Haz cien y verás las diferencias entre la primera y la última. En alguna parte del camino se domina la técnica y comienza el proceso de imprimir lenguaje personal a la obra.
La pretensión y el miedo en general son grandes limitantes, sobre todo a la hora de incursionar por caminos nuevos. Y no tener tiempo para desarrollar las ideas o proyectos.
La porcelana es suave, sus partículas son finísimas. Es como crema en las manos. Tiene una dificultad técnica superior por su menor nivel estructural, pero me encantan los resultados, su color, su transparencia y luminosidad. También por cómo recibe el color.
En quemas reductoras me gustan los colores tierra. En horno eléctrico estoy dejándome tentar por el color.
Son formas bien distintas que requieren cantidades de pasta diferentes. Para una taza puedo usar 500gr, para un plato 2,5kg y para una jarra 1,5kg.
Creo que la personalidad del autor se refleja en la obra. No creo parecerme a mis tazas, más bien creo que ellas se parecen a mí, o las distintas Lilioskas de los últimos veinte años.
Libertad para probar y para equivocarse. Conciencia para saber dónde estamos parados y hacia dónde queremos ir. Hay que reflexionar sobre el trabajo. Hay una parte creativa que fluye, pero también es fundamental estudiar, analizar y desarrollar los proyectos desde una perspectiva más mental.
Texto y fotos: Lila Vera